De 1969 a 1976, Jorge Ibargüengoitia mantuvo una columna en el periódico Excélsior, que luego se editó y se convirtió en el libro Instrucciones para vivir en México. Esta antología, homenaje y “actualización” de aquellas observaciones, a veces criticas, casi siempre satíricas, coincide con los cincuenta años de la aparición del primero de esos artículos. En ellos, Ibargüengoitia exploró, con gran humor, el absurdo y la ironía de vivir en un país que, como él dijo, tiene defectos: “El principal de ellos es el estar poblado por mexicanos, muchos de los cuales son acomplejados, metiches, avorazados, desconsiderados e intolerantes. Ah, y muy habladores”.
Autores mexicanos y extranjeros, que viven o vivieron en México, revisitan esa mirada, y esos defectos, en veinte textos inéditos: Jazmina Barrera, Andrés Burgos, Ana V. Clavel, Jorge Comensal, Aura Penélope Córdova, Eduardo de la Garma, Julieta Díaz Barrón, Pablo Duarte, Mempo Giardinelli, Yuri Herrera, Tedi López Mills, Alejandro Merlín, Antonio Ortuño, Felipe Restrepo Pombo, Xitlalitl Rodríguez Mendoza, Antonio Ruíz-Camacho, Ximena Sánchez Echenique, Ingrid Solana, Daniela Tarazona y José Manuel Velasco.
Cada generación siente el impulso histórico de esbozar una resolución – aunque nunca resuelta- del país donde vive. En sus textos, Ibargüengoitia observó los rasgos que componían al mexicano de entonces. El país se está definiendo de nuevo, en el arte, en la política, en la vida cotidiana. ?¿Que dicen estos autores sobre nuestro territorio y nuestra idiosincrasia? ¿Encontramos rasgos nacionales o universales? El resultado es una reflexión alrededor de las peculiaridades del México contemporáneo.
Hay un sinestro juego de dobleces en la sátira de Ibargüengoitia: él lo escribe y luego comprobamos que así es. Peor: que así ha sido desde hace cincuenta años. El humor no es el único territorio que exploró. Estamos ante una vieja confusión. Le pasó a Kafka, quien durante mucho tiempo fue visto como un autor oscuro. Pero ahora la gente que se atrevió a leerlo se va enterando que también fue uno muy chistoso. A Ibargüengoitia le pasó al revés. – Guillermo Núñez Jauregui, en el prologo.