Regreso a la tierra
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Neil Amstrong ingresa en una cuarentena para no esparcir los gérmenes lunares. Al Worden compara las sensaciones del espacio profundo con las llanuras abisales del océano. Edgar Mitchell pasa el resto de su vida tratando de explicarse que fué lo que vio. Valentín Lébedev publica el diario personal de sus meses en el espacio. Mike Mullane se emborracha con cerveza en la ceremonia de bienvenida. Rodolfo Neri Vela aprende a caminar de nuevo. Anousheh Ansari se come una manzana prohibida. Chris Hadfield descubre que ha envejecido cuarenta años en cinco meses. Scott Kelly sueña que está en el espacio y todo está cubierto de nieve.
Nueve relatos de astronautas – de cinco países y seis décadas- narran la experiencia de su reencuentro con la Tierra: la anticipación del regreso, el viaje mismo o las reflexiones posteriores, físicas, psicológicas y filosóficas. En una época de gran conciencia ecológica y nuevas formas de existencia, el libro nos hace imaginar la Tierra como si fuera la primera vez.
¿Qué sucede cuando el cuerpo vuelve a la gravedad terrestre? ¿Qué pasa después de observar la vastedad del universo? ¿Cómo cambia la percepción de la tierra de aquellos que han podido reflexionar sobre ella desde la inmensa lejanía? La antología no desea explorar la vida en el espacio, sino las impresiones sobre el universo y la Tierra que el regreso del espacio provoca. ¿Cómo se describe esa emoción; eso que además ningún otro ha sentido? Lo conocido se vuelve desconocido; lo “real” adquiere matices de ficción. Con palabras comunes, comienzan a aparecer en el fondo, o a veces cerca de la superficie, rasgos de una memoria que sorprende por sus exploraciones poéticas, acaso involuntarias: la levedad y la pesadez, la inercia y la lentitud, la claridad y la opacidad.
“Muchos cosmonautas dicen que cuando los sacan de las capsulas sienten que nacen por segunda vez. Lo entendí cuando vi la luz brillante del día que comenzaba”, dice Anousheh Ansari en esta colección de renacimientos que urge sean atestiguados por quienes vivimos anclados a la gravedad. Debemos revalorar la grandeza de nuestro único hogar si no deseamos ser víctimas de nuestra propia distopia. – Gabriel Damián Miravete
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